Pues sí, mi amigo y compañero de editorial, ojito a su nuevo libro de relatos de próxima aparición, ha sido tan amable de dedicarle unas palabras a mi librico. Evidentemente no podía resistirme a transcribirlas aquí. Espero que cunda el ejemplo y hagáis llegar vuestra opinión.
Gracias, Carlos.
Podría parecer que hablo de este libro porque su autor y yo vamos a ser compañeros de editorial. Pero aunque esto sea cierto, es decir, que José Antonio Lozano y yo somos de hecho compañeros de editorial (Editorial Certeza, para más señas), “Sentado sobre una silla helada” me parece un libro encomiable sobre el que merece la pena escribir aunque sea unas cuantas líneas. En mi torpe opinión de lector, el libro se sustenta sobre dos columnas cardinales que lo elevan a un nivel lindante con la más exquisita literatura: la primera de todas, y diría que la más evidente, es el extraordinario talento narrativo de José Antonio Lozano, su depurado dominio del idioma, el perfecto trazado de frases y párrafos que convierte la lectura en un sano y recomendable ejercicio de deleite estético; el segundo pilar sería el extraño pero al mismo tiempo fascinante universo ficcional sobre el que hace pivotar sus relatos: aunque algunos cuentos puedan adscribirse a lo que se espera de una narración de estilo clásico, yo situaría lo específico del libro en el sugerente y en ocasiones provocador juego que propone al hilvanar sus textos no a través de una trama más o menos ingeniosa u oportuna, sino de una sabia conjugación de sensaciones, instantes, descripciones y hechos en apariencia dispersos que consiguen trasladar al lector a un universo sensorial donde todo se entrecruza mágicamente. Hay varios ejemplos de ello, desde el relato que encabeza el libro, “El cielo de los poetas”, en el que se dan cita cuatro de los —presumo— referentes literarios de José Antonio (Lorca, Alberti, Cortázar y Borges) hasta el no menos sugestivo “Machado que tocaba el piano en Soria”, sin olvidar “La muñeca rusa”, cuyas historias se contienen a sí mismas unas dentro de otras, o el último de todos, “Volver 2.12”, una especie de caída libre sin red en la que el autor se deja llevar por el vértigo de la narración más espontánea. Como he dicho, un libro encomiable que convendría no pasar por alto.
Me leí tu libro este fin de semana, sentadito en una silla (no helada) en Asín de Broto, inmerso en la placidez del Pirineo, con las cumbres nevadas a la altura de mis ojos. Tanta maravilla no puede dejar indiferente, pero tu libro es bueno de verdad, sin paliativos. Eres un escritorazo de los pies a la cabeza.
ResponderEliminarUn abrazo.
Carlos Manzano